lunes, 16 de noviembre de 2009

La niña y la luna


Fueron mis góticas inclinaciones las que me impulsaron a ir aquella noche al cementerio.
Era un 1 de Noviembre por la noche, y había luna llena. Un precioso y plateado plenilunio. El cielo estaba negro como el azabache, como a mí me gustaba, y reinaba un profundo silencio.
Cuando salté la valla, me invadió una agradable sensación de bienestar y paz espiritual. Avancé. De noche, el cementerio era precioso. Yo sólo lo había visitado de día, cuando era pálido y aburrido.
Por eso, verlo tan tétrico y umbrío me hizo sentir bien.
Paseé la vista por encima de las lápidas: inscripciones borradas por el tiempo, ángeles de piedra de mirada vacía, cruces clavadas en el suelo... Y entonces la vi.
Era una chiquilla menuda, con las piernas largas y flacas,
aguantándose de puntillas con sus pies descalzos encima de una cruz de mármol. Al principio sólo era una sombra negra y pequeña, pero a medida que me fuí acercando, pude distinguirla mejor. Pálida, vestida con un antiguo andrajo blanco, con el cabello largo y plateado fluyendo en el viento, miraba la luminiscente cara de la luna llena.
Me acerqué a ella, traté de hablarle, pero no me salían las palabras. Iba tartamudeando, cuando se giró, y con su mirada azulada, me dijo: "La luna está preciosa esta noche." Ante aquella voz soñadora, yo miré el cielo. Realmente la luna era linda como una perla. La miré durante unos instantes. Cuando volví a bajar la vista miré hacia la cruz. Sonreí. Ella había desaparecido.

2 comentarios:

galeria dijo...

Tú, tus cuervos y fantasmas... No podrías escribir sobre ruiseñores y chicos guapos, como todas las niñatas? :)

Metallic dijo...

¿Pero esta niña es un fantasma, no?